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Disparidad en el gasto educativo: Tierra del Fuego entre las provincias que más invirtieron

Según un informe elaborado por CIPPEC esta asimetría se puede ver por medio de tres indicadores: participación del gasto educativo en los presupuestos provinciales, gasto por alumno estatal y salario docente. La Nación puede equilibrar estas desigualdades.

lunes 12 de febrero de 2018
Disparidad en el gasto educativo: Tierra del Fuego entre las provincias que más invirtieron

Las desigualdades se eternizan cuando se naturalizan. Hay que sacarlas del ostracismo. Desde la investigación, hace años que hablamos de la profunda desigualdad en el financiamiento educativo de las provincias y explicamos sus causas. Tierra del Fuego invirtió $80.000 por alumno estatal en 2015; Santiago del Estero llegó a $16.000. Pese al gran incremento del presupuesto educativo, que pasó de representar el 3,7% del PBI en 2004 al 6,6% en 2015, las desigualdades en la inversión por alumno de las provincias más aventajadas y las más pobres se mantuvo en una brecha de 2,5 veces.

 

La brecha salarial docente entre las seis provincias que pagan sueldos más altos y las seis con los más bajos se redujo de 1,8 veces en 2005 a 1,7 en 2016. No es justo que los alumnos de las provincias más pobres tengan peores condiciones en sus escuelas y docentes con salarios más bajos. No es justo que a igual trabajo se pague un salario diferente según el lugar donde les toque vivir a los docentes (más allá de ciertas diferencias entendibles por distintos costos de vida).

 

Las causas más profundas vienen de la desigualdad de los niveles de desarrollo del país. A esto se adiciona nuestro régimen de distribución de los recursos estatales, la coparticipación y otros fondos paralelos, injustos y arbitrarios.

 

Es necesario discutir un modelo de crecimiento económico que reduzca la desigualdad productiva entre las provincias, un esquema de redefinición de la coparticipación y del sistema fiscal para lograr más equidad sin perder eficiencia.

 

A la política educativa le cabe también un espacio en el combate de las desigualdades extremas de las provincias (y dentro de ellas). Sacando el universitario, el mayor gasto que tiene el Ministerio de Educación de la Nación es el Fondo de Incentivo Docente (Fonid). En 2016 representó el 41% del presupuesto educativo nacional destinado a educación básica.

 

El Fonid cumplió con una deuda histórica al responder las demandas de recomposición salarial en 1999. Pero no reconoció la desigualdad salarial imperante: pagó lo mismo a todos los docentes del país. En 2005 nació el Fondo Compensatorio Salarial, para reducir las desigualdades salariales entre las provincias. Tenía una misión loable, aunque su distribución seguía más a las provincias que pagaban bajos salarios que a las causas de esas disparidades.

 

Hoy el Fondo Compensatorio languidece. De representar el 23% del Fonid en 2015 (algo similar a años anteriores, cuando fluctuaba en un cuarto del Fonid) disminuyó al 6% en 2016. Este camino es el inverso al que se necesita para paliar, aunque sea en parte, las injusticias del federalismo argentino.

 

En vez de disminuir el Fondo Compensatorio, que asiste los salarios de las provincias más pobres, y aumentar el Fonid, que es igual para todos en un país muy desigual, hay que ir en el camino inverso. Pero no alcanza con aumentar el Fondo Compensatorio Salarial y disminuir el Fonid (proporcionalmente, porque aquí ni siquiera se plantea un aumento global de este doble fondo, sino una redistribución más justa). Es clave institucionalizar su distribución.

 

Hasta ahora se usaron criterios bien intencionados, pero arbitrarios. Es necesario crear una fórmula de distribución objetiva que tome en cuenta el origen de las desigualdades entre los salarios docentes provinciales. La propuesta del Cippec es que ese fondo se distribuya sobre la base un criterio central: la cantidad de recursos estatales por habitante, el principal predictor de la desigualdad salarial. Se puede premiar a las provincias que mayor esfuerzo hacen por la educación, ajustando la fórmula según el gasto educativo frente al gasto total.

 

Esto favorecería a las provincias con menos recursos y que más se esfuerzan por la educación. Así, el Ministerio de Educación de la Nación podría contribuir, con las herramientas presupuestarias de que ya dispone, a disminuir la brecha de inversión por alumno y salarios docentes entre las provincias. Los sindicatos podrían sumarse a esta posición para que sus afiliados reciban un salario más justo, si es que logran escapar a sus propias disputas interprovinciales. Todo el reparto del federalismo requiere la grandeza de múltiples actores políticos, poniendo la equidad y el bien común por encima de las tentaciones del corto plazo.

 

Las desigualdades dejan de ser eternas cuando las hacemos visibles. Y más cuando tenemos herramientas políticas concretas para reducirlas. Aumentar el Fondo Compensatorio, regularlo de forma objetiva y disminuir a cambio el Fonid es un camino concreto para tener mayor justicia educativa federal.

 

Foto: Minutouno

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